Tribus urbanas: La reconstrucción de sus signos
“La moda también es una manifestación cultural”, Mauro Cerbino
Un tema que me ha llamado mucho la atención es el de tribus urbanas, porque encierran toda una gama de conceptos que van desde la enajenación, hasta la irreverencia por el poder.
Las tribus urbanas nacen como respuesta a la individualización de la sociedad. Al contrario del pasado, cuando se tenían sentimientos de familia y de comunidad, ahora las personas pierden cada vez los espacios públicos y los lugares de reunión.
La liberación femenina y su incorporación al trabajo hace que paulatinamente la madre se aleje del hogar dejando a la intemperie a los hijos. La migración y la virtualidad de la sociedad son otros de los fenómenos que crean en el ser humano un sentimiento de desprotección y vulnerabilidad.
La respuesta de los jóvenes en las urbes es unirse entre otros jóvenes e interactuar en ellos según códigos comunes, es decir gustos. Como plantea Jurgen Habermas, el lenguaje de los jóvenes actualmente se desarrolla en función de sus gustos interrelacionados con los del resto.
Por ejemplo, una persona que le guste el rock buscará en otras personas las mismas satisfacciones y en base a las experiencias que recoja irá construyendo su personalidad. En estos términos, entre todos generarán una micro sociedad basada en signos a los que llamaremos tribu urbana.
Como lo planteaba Ferdinand Saussure, los signos se desprenden de la unión entre significado y significante. Una chompa de rock por si sola en su fonema es el significado, pero su significante representará la cultura del rock, como símbolo de resistencia al orden establecido, construyendo de esta manera el signo.
Para la mayoría de tribus urbanas los signos siempre son en contra del poder, por su naturaleza. Como se expresó hace algún momento la individualidad de la persona y la desprotección son generados por la construcción social, el lenguaje, es decir el poder. Contra esto luchan estos jóvenes reunidos en tribus que tienen entre otras señas, la defensa de su espacio y la visión del otro como enemigo.
Un grupo de hip hop, por ejemplo, enfrentará a otras tribus urbanas debido a que en este juego de pugnas urbanas se cotejan espacios de poder. La calle es el espacio de defensa y el poder y las otras tribus urbanas son la amenaza.
Hasta aquí la creación de las tribus urbanas. Desde aquí manifestaciones tan sublimes como la de los hippies que deconstruyeron la forma de ver un sistema, hasta puntos que para muchos es digno de admiración.
No obstante, el poder siempre tiene todo bajo control. Como en varios artículos anteriores lo he señalado. Para el poder lo que más importa es vender. Una persona para atacar la Casa Blanca necesita armas y Estados Unidos no tiene ningún problema en vender esas armas.
Como lo planteará Jean Baudrillard lo que hace el poder es inmiscuir el mercado en esta pugna ideológica de las tribus urbanas.
Pongamos la chompa como signo de irreverencia como se lo planteó arriba. El poder toma esa misma chompa y lo genera como significante de status, de moda y de integración. Un rockero para ser rockero necesita de este signo, porque le connota altivez. Al igual que la camiseta para un hincha de un equipo de fútbol, la chompa le representa apropiación del pensamiento. La apropiación bajo este concepto se consigue con dinero.
Por supuesto, la chompa es solo un ejemplo, (incluso fuera del ámbito de las tribus urbanas) toda persona con una ideología asentada necesita consumir para reivindicar su pensamiento. Lo de las armas para la Casa Blanca no suena tan descabellado si miramos todo el consumismo para los países del primer mundo que ha realizado las FARC para sus necesidades, que en muchos casos pueden ser suntuarias o construidas a bases de simulacros.
Un rockero tal vez no vista de negro, pero por ejemplo, se puede identificar con la música y aunque puede descargarlo por Internet de forma gratuita, siempre será mejor comprar el CD original, porque así podrá mostrarlo con orgullo a sus pares.
La información vista como signo es consumo casi como una ecuación. El signo por tanto, aunque dentro del ámbito estructural, se ha constituido como eje del consumismo funcionalista. Lo que es peor, las ideologías pasan a segundo plano, bajo el imperio de las apariencias y por eso han surgido tribus como los reguetoneros, por ejemplo, que ya no se quieren ver ni como actores políticos.
Dentro de las tribus virtuales ocurre algo similar, pues aquí los códigos cambian pero siguen siendo signos de consumismo. Por ejemplo, tribus que suben fotos a sus blogs o redes sociales, necesitarán de equipos tecnológicos para satisfacer necesidades, que como ya hemos mencionados son simuladas e implantadas.
De esta manera camina el mundo bajo la tiranía del consumo sobre la ideología.