La eterna absurdidad del hombre

07.05.2013 13:56

“Hoy nuestra única certeza es la incertidumbre”, Zigmunt Bauman

Hay una premisa de la vida que afirma que no importa lo que en un día se haga, no importa lo importante para la persona o para su comunidad, sin importar lo enriquecedor que puede resultar en el campo de lo banal o lo cultural; lo único cierto es que el día que  termina y muere es un día menos de vida, la condena de muerte que todos tenemos desde que nacemos.

Planteamos la lógica desde la vida vista como una espiral y representado en el eterno retorno de Nietzsche, un eterno retorno que nos hace reproducir las mismas lógicas de interacción aunque en escenarios diferentes.

El fin del presente artículo  es contemplar y analizar una mirada apocalíptica sobre esta lógica destructiva del hombre, en el cual la persona parece no tener salida, pues está encarcelada en la misma vida y existen innumerables casos de suicidios por artistas y personas en general que han advertido lo absurdo de la existencia humana.

Esta mirada apocalíptica es un punto de inicio para advertir el énfasis de muchas religiones en la vida después de la muerte, como punto de escape para la terrible paranoia que vive una sociedad que al parecer no encuentra salida.

No obstante, no todo está perdido, desde una mirada positiva, la vida en sí mismo es la meta y no el camino. La patología de la existencia humana se puede entender desde otra premisa de la vida vivida al máximo.

Pongamos en principio una mirada funcionalista y citemos a Oppenheimer, este autor dirá que la vida es demasiado preciosa como para deshacernos de la estructura social que existe. Su tesis es sencilla, cuando el hombre no trabaja debe dedicar su vida al descanso.

Se trata de un hombre dual, en el un caso es un obrero disciplinado que construye para él y para su entorno. Luego, este mismo llega a su casa y en un fin de semana debe reponer energías para volver al juego laboral, claro que esta casa debe contener la mayor de las comodidades para que la reposición de la persona sea integral, lo material se instaura en esta mirada de vivir la vida.

Por el otro tenemos a autores como Camus, en su escrito Camus es pesimista y comienza su hipótesis de una manera similar a la comenzada en este ensayo, para Camus, ideólogo nihilista, la vida no tiene ningún sentido y reitera que la vida de la personas tanto funcionalista, como aventurera; no tiene otro destino que la nada.

No obstante, construye su discurso insistiendo que dado que no hay salida a la vida, lo único que se puede hacer es construir procesos de vida para maximizar la sensación de la existencia.

Esto lo engloba en el concepto de experiencia, la experiencia es pues la única forma  de convivir con la vida, mientras más experiencias obtenidas, más enriquecido el ser humano, aunque reiterando que al final la depresión es el camino, pues mientras más experiencia, más pensamiento y ante más pensamiento más reflexión lo que es sabido puede llegar a causar depresión.

Camus plantea así una visión a lo que considera una sociedad líquida en los cuales los objetivos y las metas se van desvaneciendo. En esta sociedad que Foucault construye en su analogía de la Meninas, en la cual la representación del ser humano se va desvaneciendo, en tanto que las visiones nos trasladan al mismo punto de la separación del sujeto de su realidad misma.

Queda claro pues que el existencialismo plantea opciones no muy alentadoras y que han tratado de ser superada por la sociedad en general con lo que Freud manifestará en su preconsciente que viene desde la lectura hasta las drogas, todo como anestesia para no recordar la absurdidad de las personas.

Tratemos pues al final de este escrito mostrar una mirada más benevolente a la vida, pues se puede, pese al pensamiento débil (pues el pensamiento fuerte cosificado y dogmático ya tiene su propio estilo de catarsis en el preconsciente con miradas como las de Oppenheimer), de vivir con alegría y optimismo una vida que nos presenta nuevos retos internos y el legado de la inmortalidad se generará en nosotros mismos con una verdadera pureza de vivencias que nos separe del hombre cosificado, del hombre que nace, crece, se reproduce y muere.