Hegemonía: Las dos caras de una misma moneda
“Fahrenheit 457 es el más convincente de todos los infiernos”, Kingsley Amis
Como todo lo que he venido escrito en este blog, reitero que mi intención no es aparecer como teórico o mucho menos filósofo. Al contrario, mi bagaje es muy limitado y si pongo estas notas en mis redes sociales tan solo es porque quiero despertar el interés del lector, no en mi reflexión, pero si en los libros que sugiero dentro del debate.
En esta ocasión, quiero comenzar recordando a Gramsci, cuando en los Cuadernos de la Cárcel hace una referencia a los ingredientes que tiene que tener el poder y que los define en coerción y satisfacciones, ambos elementos que sirven para enajenar a la población a los servicios de lo que Lacan describirá como el poder oculto.
Este es el escenario, la coerción como represión fundamentada principalmente por la fuerza pública como la milicia y la policía. Por otro lado, están las satisfacciones, principalmente regidas al mercado y a la cosificación de las personas. Como Honneth lo recuerda, hasta el mismo ser humano se vuelve mercancía y el ser humano vive en una sociedad del espectáculo, donde la premisa fundamental es consumir y desde aquí perderse en el pensamiento represivo.
Pongamos un ejemplo como una tribu urbana, la de los rockeros, que en principio nacen como una contracultura y que detestan todo lo relacionado al poder. Pero el poder responde mediante la satisfacción, no solo que los censura, sino que los alienta a seguir reproduciendo su ideología y no hay mejor forma de hacerlo que con el consumo, la identificación por ejemplo. De repente, todos los rockeros deben vestir de negro para identificarse con ellos y para hacerlo inevitablemente deben caer en consumismo, luego inconsciente o conscientemente estos rockeros reproducen los mecanismos que el poder quiere.
Pero como no todas las variables son dependientes, en ocasiones este grupo hipotético de rockeros puede romper su construcción de lo que representa la ética, moral y consumismo. Por ejemplo, se pueden crear enfrentamientos que preocupen al poder y para detenerlos, este poder usará su segunda arma que es la coerción, entonces su fuerza pública saldrá para reprimir y censurar acciones que salgan de los lineamientos culturalmente bien vistos.
Estos dos elementos, tanto coerción como satisfacción son recogidos por Gramsci en un concepto que llama hegemonía y que será la directriz para que tanto gobiernos de izquierda como de derecha forjen ideologías en su mayoría caudillista y que reproduzca las satisfacciones y represiones propia de su círculo geográfico, ahí están elementos que vienen desde el fútbol, hasta la televisión; desde la venia a las fuerzas armadas, la creación de guerras y en casos extremos las creaciones de comandos de la muerte o paramilitares.
Son Orwell con relatos como 1984 o la Rebelión en la Granja, como Huxley en su novela Un Mundo Feliz quienes retratan de una manera dramática las realidades que reproduce la hegemonía, pero a manera pedagógica parecen ponerse de acuerdo para trabajar cada concepto cada uno por su lado.
En el caso de Orwell, una persona con una gran oposición al Gobierno de Stalin, la agenda se maneja desde la coerción. Precisamente, Orwell plantea la creación del Gran Hermano, figura coercitiva dentro de su novela, para construir una sociedad totalmente vigilada y donde las personas han perdido su libertad. No implica que las personas tengan miedo del sistema, sino que el miedo en sí se ha perdido como libertad.
En este mundo la coerción se ha legitimado hasta extremos que es “apropiada”. Los ciudadanos responden ante un poder que no existe pero que siempre alerta a la otredad como un enemigo al cual la única forma de vencerlos es unidos. Nosotros aquí, ellos allá, y la unión no puede ser gratuita, el precio del orden entre nosotros es mínimo, frente a nuestra seguridad y el bienestar que se ofrece a los “ciudadanos”. Represión es igual a bienestar y seguridad en esta realidad
Orrwell encontrará un punto de conexión con Huxley en la Rebelión en la Granja, pues aunque los mecanismos de coerción son efectivos y se reproducen, los animales menores a los cerdos tienen otro elemento, pues hasta el final muchos viven esperanzados que ellos son iguales a los cerdos que ya han comenzado a portarse como humanos.
Un acercamiento, pues Huxley es el que describe del todo el significado de satisfacción en La Isla, pero sobre todo en Un Mundo Feliz. Esta novela es rica no solo por su calidad argumentativa, sino que devela a un mundo absorbido por el consumo y por placeres que les impiden reflexionar sobre la vida.
Llega a un punto de conmoción esta novela, que el mismo lector se preguntará infaltablemente, tal vez hasta inconsciente, si el mundo que se propone es el adecuado.
En esta realidad alterna, el dios Ford indica los lineamientos de vida que por lo demás son netamente consumistas, los que no comparten estos lineamientos son considerados barbaros.
La única condición para degustar de todos estos placeres es no cuestionar el régimen establecido y no cuestionar implica además que el mismo cuerpo y las sensaciones del cuerpo ya no dependen de uno, sino que se rigen por drogas impuestas por el Gobierno.
En ambos casos, tanto para Orwell en su lógica coercitiva, como para Huxley en su idea de satisfacción, la meta es la misma, la pérdida de la libertad del sujeto, quien no es dueño de nada y solo participa en un círculo funcionalista.
Orwell plantea esta lógica bajo los parámetros del panóptico de Foucault como un poder soberano vigilándolo todo, mientras que Huxley toma reflexiones de Bauman e indica que para mantener el poder son las mismas personas, dentro de su mismo círculo social incluso, quienes advierten cuando una conducta no es la adecuada.
Al final no hay una propuesta de verdad clara, puesto que no hay un final feliz. Los mecanismos de poder en estos dos casos son los grandes ganadores. La única forma visible para desnudar esta realidad es evitar que la locura y el infierno del mundo planteado por Bradbury en Fahrenheit 451 se gesten. La reflexión teórica es la premisa del debate, “pues de conocimiento se ha planteado esta guerra, entonces hay que ganarla a fuerza de conocimiento” y es papel de la academia construir nuevas propuestas que sean construidas desde sus bases y que sobre todo sean mecanismos que se planifiquen en un largo periodo, pues a menudo los quiebres estructurales solo posicionan a grupos que hacen retornar a pasados más oscuros que los que se vive en la actualidad, una construcción de verdad participativa e incluyente, sin intereses particulares y sin odios que aporte a lo que existe en la actualidad en beneficio de un mejor mañana.