El consumismo en la era del simulacro
Las premisas marxistas planteaban la explotación del trabajador enfocándose en el aparato productivo. El proletario trabaja y produce en la fábrica y es dueño de todo el sistema de producción, exceptuando la materia prima. Dicha materia prima es de propiedad del dueño de la empresa, que obtiene regalías del producto final y a esto se le llama la plusvalía, un plus al producto final que es adherido sin que el dueño de la empresa mueva un dedo y que ocasionalmente es desprendido del trabajador.
Marx aseguraba que el trabajador al elaborar el producto debía ser el dueño de esta plusvalía y construyó esta pugna entre el trabajador y el dueño de la empresa por la plusvalía como la lucha de clases.
Ahora bien, esa premisa dentro de los grandes relatos fue una verdad única que inundó el mundo y que llegó hasta América Latina en figuras como Galeano por poner solo un nombre.
Como ya lo he reiterado en otros ensayos, la sociedad líquida en la cual vivimos ha superado al modernismo y a las estructuras sólidas. La caída del muro de Berlín sin duda influyó en la destrucción de valores que se habían construidos hasta ese momento.
Vivimos creyendo que la producción era el pilar fundamental de la explotación y no advertimos que el mercantilismo arraigó sus tentáculos en toda la sociedad y de manera silenciosa comenzó a absorber a todas las personas sin importar sexo, edad, nacionalidad o clases sociales bajo el encanto del consumismo, verdadero monarca que con su consejero la economía ha instaurado un reinado que ya no se construye entre norte- sur o empleador-empleado.
Baudrillard sostendrá que la sociedad construye su ideología en base a signos. Dichos signos devienen de objetos que han sido transformados por la cultura. La figura del Che Guevarra por ejemplo, antes connotaba revolución. Sin embargo, ahora se crean re significaciones basadas mucho en base a la moda. El Che Guevarra es ahora moda, de gente que solo se interesa en él por consumo. En otras palabras, obtener una camiseta del Che Guevarra en ciertos círculos solo se realiza por moda, que tiene relación con status y apariencia de lo que es una realidad.
Desde las llamadas cosas light como la farándula, hasta temas que antes generaron enfrentamientos violentos como el antirracismo o el feminismo, todo ha sido succionado por el consumo. Las personas efectúan estas actividades en una suerte de simulacro, pues en realidad no están construyendo nuevos paradigmas.
La feminista cae solo en el mercado quien es dueño de la persona. La mujer sale a la calle a protestar por el feminismo el viernes, pero el lunes vuelve a su lugar de trabajo. Mayo 68 concluyó cuando los estudiantes salieron a vacaciones.
Los signos superan al sujeto que lo vuelve objeto y lo cosifica, como ya lo ha planteado Honnet, quien asegura que el mismo sujeto es la mercancía. Compramos cosas pues eso alude a factores psicológicos. En realidad todo es suntuario y el mercado nos marca la agenda de lo “In”.
La premisa fundamental es compra, compra y compra. No importa que hagas mientras compres y puedes creer cualquier cosa. Puedes estar en contra del sistema norteamericano, pero mientras estés consumiendo sus productos, todo estará bien.
Esta sociedad del simulacro que lo plantea Baudrillard y lo corrobora Eco en el sistema de los objetos, las personas han perdido el aura que plantea Benjamín para el tema de la originalidad. Cosas y humanos nos fabricamos en serie sin ninguna aspiración verdadera.
El post modernismo genera el estado líquido a todo pensamiento y como lo dice Baudrillard, no es que los nuevos tiempos censuraron las ideologías, sino que la volvieron extremas. En vez de censurar al Che Guevarra, se le pone un gorro de Mickey Mouse y se lo vende en camisetas.
La lógica del mercado es hiperrealista. La realidad “real” ya no existe, todo es simulacro y la sociedad de la información y los medios de comunicación solo generan la configuración de un mundo independiente al real, pero del cual todos formamos parte, entonces el mundo segmentado e irreal de los medios de comunicación se vuelve el mundo verdadero. Como lo simplifica Baudrillard frente a Nietzsche en su pensamiento nihilista, no es que “Dios ha muerto”, sino que “Dios desapareció”. El mundo real, aunque malo era nuestro, ahora no existe. Está detrás de una televisión o pantalla de computador que nos dice que es lo bueno y que es lo malo.
Por supuesto, persiste la teoría de la masa irreverente de Barbero o la teoría de los usos y gratificaciones, pero todas sujetas a la superestructura del consumo que como mencioné al principio dominan todo y a todos.
Desgraciadamente salir de esa estructura al menos en la actualidad es muy complejo, porque estamos invadidos por el mensaje. El mensaje ahora es el medio y no como lo proponía McLuhan que el medio es el mensaje. Pues ahora la necesidad de consumo se impone al aparato de producción mediática. Todo es simulacro. A largo plazo el panorama nace al crear sociedades más críticas frente al consumo.