Camisetas de “Lenin ama el Ecuador comunista” a 3 por 5 dólar

23.03.2014 02:31

Póngase a pensar por un segundo cuál es su mayor deseo, un deseo que no sea tangible, que implique una carga epistemológica, ideológica y sentimental. La revolución por ejemplo, o tal vez el amor, la reivindicación ecológica, o cualquier cosa.

Ahora, imagínese que eso que ha deseado comience a ser difundido por los medios de comunicación, en comerciales, en la prensa… Luego, eso se difunde en la tapa de los cartones de leche, en la parte externa de los buses. Su mensaje, en una suerte de escalada mediática, ha llegado a ocupar un puesto importante dentro de la sociedad, todos lo reconocen y todos se apropian de ello.

Qué pasa si de su mensaje, que no dudamos tengan los más puros deseos, se comienza a obtener alguna ganancia. Imagínese en una camiseta estampado el nombre de su lema de lucha. Luego, alguna canción que a precio módico llegue a personas que consumen su mensaje.

La sociedad de consumo funciona de esta manera. Una premisa del marketing es que se venden ideas, no objetos. No se vende una colonia por su olor, se la vende porque le ofrecen felicidad al encontrar la persona que le gusta. El auto que se quiere comprar sí le servirá para movilizarse, pero todavía más, le servirá para tener confort y tener popularidad.

La clave de la propaganda y de la publicidad siempre se ha manejado de esta manera y no se debe ser un genio para entender que las personas, no importa lo más altruistas que puedan ser, buscan reconocimiento. El reconocimiento les dará placer, lo que para muchos se puede catalogar como felicidad.

Ahora bien, en el tema estrictamente comercial, su deseo altruista se ha convertido en un producto. Si usted deseo la revolución, pues el consumismo responderá dotándole de camisetas del Che Guevara con unas lindas letras que digan “Libertad para América Latina”. Entonces, por un precio, que aspiramos no sea muy alejado de lo que pagaría el mismo Che, usted habrá comprado ideología.

Esta ideología se transmitirá en reconocimiento, como ya le mencionamos; tal vez pongámosle una pizca de intelectual, porque claro, el que porte una camiseta del Che por lo mínimo debe ser alguien que es muy bueno conversando de revolución entre tragos… Lo más importante, sus amigos lo verán como un revolucionario y lo que todavía es más importante, usted tendrá una característica que podría, de ser el caso, llevarle a alguna experiencia sexual con alguna conocida que comparta su gusto “ideológico” por la célebre Revolución Cubana.

Podemos colocar miles de ejemplos en este sentido, los ecologistas vendiendo pulseras, las feministas vendiendo sostenes o lo que sea. El poder necesita que usted consuma y no verá problema en hacerlo.

Cuál es el problema se preguntará, “me fui al concierto de Metallica y aunque soy un novelero gigantezco lo disfrute; al igual que cuando me compré mi camiseta, lo realice porque estoy satisfaciendo una necesidad”.

Marx al respecto se nos adelantó mucho antes de saber que Metallica se presentaba en el Bicentenario. El señaló que una de las principales plagas del capitalismo es que implanta necesidades suntuarias y las hace parecer como importante.

Criticamos mucho al Ecuador del boom petrolero porque se endeudo para traer a Ecuador jugadoras de primera para el Barcelona y el 

 
 

Nacional. Sin embargo, todos los días repetimos el mismo error, se nos implantan necesidades que hace una semana ni siquiera teníamos pensado que podían existir.

Algunas vez se ha puesto a pensar que ese deseo, que le pregunté al principio de este ensayo, tal vez fue implantado por la sociedad del espectáculo, por una serie de contenidos que conductistamente fueron depositados en su cerebro y a cuya respuesta reaccionamos con consumo.

Las tarjetas de créditos y el estado depresivo compulsivo aportan para que el problema se acrecenté. Nos hicieron creer que el gastar en algo es símbolo de bienestar y tienen razón, porque la acumulación de riqueza y bienes produce distinción y jerarquía, en otras palabras reconocimiento, que insistiremos, nos llevan al ámbito del apareamiento. Bendito consumo.

En el plano ideológico la respuesta es más contundente y más dramática. Aclaremos algo antes de esto y entendamos que publicidad consiste en vender productos y servicios, como la camiseta o el concierto. La propaganda busca vender ideas.

Mencioné algo arriba sobre esto, pero profundizando ahora aseveraremos que el sentido nacionalista por ejemplo, es un experimento de la propaganda que nos identifican a nosotros frente a ellos.

El racismo tan alabado a escondidas por estar censurado, aludiendo a la moral, es también incrustado en la sociedad y de una manera crónica puesto que nuestros padres nos enseñaron a decirle indio al indio y nosotros les enseñaremos lo mismo a nuestros hijos.

¿Es gratuito implantar ideologías? ¿Cuál es el ámbito para hacerlo? Por supuesto mantener un poder político, sin duda, pero existe algo más. Cosas tan feítas como el racismo y para muchos el nacionalismo cómo repercuten en la nación.

 

Se imagina cuál era el propósito de Orwell al mostrarnos este experimento ideológico, en su obra. El construyó la idea de la gran fábrica productiva, por obreros, cosificados, que otorgan su plusvalía ideológica al Gobierno, porque quieren defender su territorio, su gente. El racismo, aunque no natural, sí está considerado como un mecanismo de defensa casi instintivo y por lo que se generaron las naciones.

Todavía hoy, los mismos que atacan al racismo son lo que los promueven cuando crean organizaciones. La CONAIE no es otra cosa que un sectarismo racial frente al poderoso mestizo. La feminista se agrupa entre ellas, con la excusa que no son entendidas y lo que es peor buscan beneficios aduciéndose como una clase vulnerable. (Anótese la sinceridad de este párrafo, porque si algún partido tiene verdadera representación en el país es Pachacutick, pues con su brazo CONAIE representa, al menos en papeles, a la comunidad indígena del país).

Si bien la vulnerabilidad existe en los grupos marginales, no sé hasta qué punto es adecuado que se premie la diferencia.  Pero con nuestra 

lectura que a muchos no agradará, tiene mucho sentido porque el sacar provecho de la situación es lo que hace un grupo gregario, trata que él y los que le acompañan crezcan. Es el Rómulo que le da la mano a Remo para crear el imperio romano.

 
 
 

Todo esto genera fuerza productiva que se traduce en la sociedad de consumo. Por supuesto, para llegar a esta acotación tenemos que entender y re entender que la sociedad actual no se basa en la producción como hace unos 50 años atrás. Ahora la producción es solo una excusa, pues la sociedad tiene como fin último y único el consumo, desde la caída del Muro de Berlín no existe ideología y el mundo vive en un estado zombie postestructuralista.

El marketing nos sigue dando buenas lecciones de la sociedad cosificada y nos enseña cada día más que necesitamos seguir construyendo buenas ideologías que nos permitan generar ese simulacro que aunque sea por un momento y con unos cuantos dólares, así nos endeudemos, nos haga sentir bien. 

No se olvidará visitar el blog del señor José Rodríguez, con interesantes artículos: https://granimperiodelmal.blogspot.com/